Por esto creo que hay una mejor manera de vivir. La historia del jinete de elefantes, o la historia de tu vida.
Esta es la razón por la que creo que hay una mejor manera de vivir. Esta es la razón de mi búsqueda de la felicidad. De mis morning routines. De mi locura entre los libros. De mis experimentos fallidos. Esta es la historia del jinete de elefantes, dicho de otra forma, la historia de tu vida.
Imagina que eres el jinete de un elefante. Imagina que tu vida es el camino que toma el elefante. No importa el destino, sólo el camino. Uno podría quedarse dormido encima del elefante, ese lomo parece ser bastante grande y cómodo, y dejar que él vaya a donde quiera. El elefante no se va a morir de hambre, ni se va a quedar quieto, va a llegar al destino por su camino. Es más, ni te va a preguntar para donde coger ni dónde quieres ir, sólo va a andar. Entonces uno podría vivir de esa manera, dejarse llevar por la vida, dejando que el elefante tome las decisiones que quiera. Sencillo. ¿Cuál es el problema con ese camino?
Que al elefante no le importa la felicidad, sólo le importa la supervivencia. Entonces el elefante no va a tomar caminos ni tomar decisiones que te hagan feliz, sino caminos que te hagan sobrevivir. El camino de la felicidad y el camino de la supervivencia son bien diferentes. El camino de la supervivencia te mantiene alerta, te mantiene nervioso, competitivo, te mantiene ansioso al acecho de depredadores al punto que hasta se los imagina y va y los busca si es el caso. Al camino de la supervivencia le interesa ganar, ser el primero, espichar al resto si es necesario para hacerse notar. Al camino de la supervivencia le importa verse bien, atraer, aparearse, destacarse. Al camino de la supervivencia le importa demostrar, más que ser. Entonces siéntate en el elefante, déjalo ser, relájate si puedes. Pero la vida que tomas es una de ansiedad, nerviosismo, estrés… Todo imaginario pero que se siente bien real, tanto que duele, una insatisfacción bien adentro. ¿Por qué imaginario? Porque ya no vivimos en un mundo donde peligre nuestra supervivencia. ¿O cuántas veces te has topado con un león cruzando la séptima? Entonces sí, uno puede vivir, sin esforzarse tanto por cómo vivir, sin echarle tanta cabeza a esto de la felicidad, de la paz interior, la tranquilidad, pero no la vas a tener.
La alternativa es intentar empoderarse como jinete e intentar amaestrar a tu elefante. Vaya tarea. Uno puede intentar, poco a poco, con paciencia, intentar enseñarle a su elefante que no se tiene que preocupar tanto por sobrevivir. Que ya ganamos como especie, que ya estamos bien, que fresco. Que se dedique a disfrutar ala, a sonreir, a estar tranquilo, a ser feliz. Al elefante le cuesta mucho este camino, es que va en contra de todo su ser. Todo su cuerpo le dice que por aquí no es. Lo bueno es que le genera alguito de curiosidad, y un buen jinete aprovechará esa oportunidad, al igual que un buen profesor, convierte el peor estudiante en el mejor.
¿Cómo se entrena un elefante? Ah no mijo, eso es más secreto que la fórmula de Coca Cola. Es más, esa por lo menos alguien la sabe, esta fórmula para la doma no la tiene nadie. Lo que hay es intentos, trucos, técnicas, de sabios e ignorantes, buscando a lo largo de la historia entrenar sus elefantes. Muchos han tenido la linda delicadeza de dejarnos su receta escrita para que lo intentemos. Parece que hay unas que funcionan. Sólo que cada elefante es diferente, no es one size fits all. Entonces la respuesta para aprender a entrenar a tu elefante parece ser el ir probando estas técnicas que a otros les han funcionando, hasta ir armando tu kit de herramientas, tu fórmula, tu pócima única para lidiar con tu elefante.
¿Qué piedras lleva el rio? ¿Qué dicen los chismes? ¿Cuáles son esas técnicas domadoras de estas bestias que parece que funcionan? Meditar. Hacer manualidades. Escribir. Dormir bien. Llenar rompecabezas. Ahorrar. Hacer ejercicio. Llenar un mandala. Leer. Si te parecen aburridas déjame decirte que ese pensamiento es el elefante rogándote que no las hagas y pidiéndote que lo dejes seguir su camino. Ese elefante es jodido. Cuando quiere que hagas algo malo te lo pinta como divertido, para evitar que hagas cosas buenas te hace pensar que serán aburridas. Es una joyita ese dumbo. Mi obsesión es encontrar esas técnicas, probarlas, compartirlas. Es la razón de ser de este blog. Pero eso viene más adelante. El cuento de hoy se trata de que le eches cabeza a qué jinete quieres ser. Y bueno, que asumas las consecuencias.
Apéndice pseudo técnico. O porque en serio se trata de amaestrar un elefante y no un perrito dulce y tierno. Nuestras emociones son el elefante. Esa parte reptiliana de nuestro cuerpo que sólo piensa, biológicamente en sobrevivir. Nuestros pensamientos por otro lado, la razón, la capacidad cognitiva es el jinete. Es la parte más nueva y débil del cerebro. Si estás triste y quieres llorar, no importa cuánto pienses en estar feliz. Mandan las emociones, manda el elefante. Es más, nuestra capacidad cognitiva versus la motora, biológica, emocional es tan básica que mira, ya la inteligencia artificial va a superar la inteligencia humana. Ya un computador le gana al mejor ajedrecista. Pero todavía no hay robot que se mueva como un humano, ni hablemos de que sienta como uno.
Entonces esto del elefante también es un consuelo. La tarea es titánica, el jinete es indefenso. Hay veces que el elefante se desboca y… llórelo papá. Mi único consejo es agarrarse duro para no irse a caer que el totazo debe ser muy bravo. Si el elefante quiere correr, no hay técnica que lo haga frenar. Si elefante cogió para la derecha cuando tu querías para la izquierda, nada que hacer. Imagínate ahí sentado en ese lomo, jalando las riendas con toda tu fuerza, hasta chistoso se ve de lo inútil del esfuerzo. Cuando la embarres. Cuando hagas algo que no querías, digas algo mindlessly, decidas incorrectamente, está bien. Acuérdate que tan sólo tienes el poder de un jinete encima de un elefante. Perdona el elefante. Perdónate como jinete, no había nada que hacer. Espera al siguiente día y vuelve tranquilamente, con una sonrisa, a intentar entrenar a tu elefante.
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[1] Gracias a Jonathan Haidt por su analogía del elefante en su libro The Happiness Hypothesis. Mágica, es la inspiración de este texto.